jueves, 10 de diciembre de 2009

El derecho a sentir tristeza

A lo largo de la historia de la Psicología, diversos autores han tratado de dar una definición a la tristeza - patológica, y han concluído finalmente, en que este sentimiento de desesperanza y melancolía vivenciada en el Yo y dirigida en cierto modo hacia el mundo exterior, debe abstraerse en lo que hoy conocemos como Depresión (en sus diversos grados, según el tiempo de duración de síntomas). Decir que una persona sufre depresión porque está triste más de dos semanas, es un ejercicio autoritario de la capacidad que tenemos, quienes laboramos intelectualmente y en la práctica, de servir a quienes requieren nuestra ayuda. Para tal actitud ideológico -clínica se recurre a ojo cerrado, a los manuales de diagnóstico internacionales. Me pregunto sobre la capacidad empática que somos capaces de educar en nuestro ser interno, ¿poseemos la plena sensibilidad racional de dimensionar al Otro, como un ser universalmente individual? Menciono esto, puesto que determinar con especifidades los conflictos psíquicos, es en cierto modo, categorizar violentamente el sufrimiento tan propio de la especie humana, tan fundamental en el transcurso de nuestra existencia. A diario se oye "estoy deprimido", "dice el Dr. que tengo depresión"...Y sin necesariamente haber desarrollado tal cuadro, la persona tiende a introyectar una realidad clínica, y consecuentemente, inicia una experiencia fatalmente autodestructiva.
Es necesario concebir a los sentimientos de tristeza o melancolía como parte escencial de nuestro desarrollo, como el trampolín que debe generar la búsqueda de nuevos rumbos interiores, de comunicarnos con el Otro. Prohibir que una persona -sanarla, curarla- se sienta triste, es agredirla en su pleno derecho de sentir como un ser humano. Posiblemente las epistemologías actuales que debaten y organizan el conocimiento acerca del hombre, tengan mucho que ver con la deshumanización de la que somos víctimas a diario, en todo lugar...Es de lamentar cuando uno camina por las calles más concurridas de la ciudad, la brutalidad de la convivencia con nuestros semejantes: miradas hostiles, empujones, etc. ¿No será que las etiquetas que suelen poner a nuestro espíritu los especialistas, consigan verdaderamente lo que buscan? Quizá la agresividad cotidiana es una protesta contra esa violencia que nos dice: "No eres más tú mismo, sufres, y por lo tanto, eres como todos los que están mal".

1 comentario:

  1. Es verdad...hablamos de personas, de seres humanos que atraviesan por diferentes estados anímicos que les permite expresar su conformidad o disconformidad. Si anulamos ese derecho de exteriorizar estos estados estamos agrediendo a la persona, la anulamos como humano y aun es mayor la agresión cuando, por un hecho que es parte de individuo, los catalogamos como uno más del montón, lo único que logramos es enfermar a la persona.
    Los medios de comunicación también juegan un papel en esta agresión, con la supuesta idea de poner al alcance de todos una información, la tergiversan y lamentablemente esta información degenerada tiene un alcance masivo, lo cual hace muy difícil su control ...quizás sea un recurso de la sociedad para mantener al pueblo como en una especie de aletargamiento

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